Tipo: Cuento - Género: Amor - Fue Leído: 89897 veces - Puntaje:





Autor: Jiturbur - Pais: Uruguay - Ciudad: Montevideo
Todo sucedía como siempre había deseado que fuera, inclusive aun mejor, su belleza, su frescura, y su candor, eran muchísimo mayor al que yo imaginaba.
Cada vez que ella no lo notaba, trataba de observarla, de contemplar su belleza, por primera vez en mi vida me sentía pleno, solo su presencia alcanzaba para colmarme de dicha. Mientras recogía las cosas del desayuno, de tanto en tanto, me miraba y esbozaba una sonrisita, que producía un destello de alegría en mi corazón.
Luego salimos a caminar de la mano, por la avenida que va hacia el mar, como todos los domingos de mañana, no entiendo como lo se, pero recuerdo que lo hacemos siempre.
Durante casi dos horas conversamos sin parar, hicimos planes, soñamos hijos bellísimos, y nos quedamos mirando el mar, disfrutando de la paz que brindaba aquel paisaje.
El azul intenso del cielo con las gaviotas revoloteando, que brillaban de una manera especial, bajo aquel sol de verano, invitaban a quedarse. La suave brisa acariciaba trayendo su perfume, cualquier poeta encontraría inspiración en aquel marco tan hermoso.
Por momentos me asaltaba el miedo, miraba el reloj, y pensaba cuanto duraría, o sería para siempre, lo estaría imaginando, y que pasaría cuando se termine. Pero ¿por que mostrarme algo tan perfecto, si después lo tengo que perder? ¿No es eso peor, acaso?
Al menos el que no lo conoció, no sabe lo que perdió, pero para mi perder esto, sería terrible. Y luego de un instante comencé a razonar, y a darme cuenta de que por juzgar la situación, había dejado de disfrutarla, y volví, y me sumergí nuevamente en el éxtasis del presente. En ese momento ella me miró y me dijo: -Te das cuenta como somos los seres humanos, cuando tenemos algo bello, inmediatamente, le buscamos los porqués, olvidando el placer de tenerlo.
Quedé helado al escucharla,- como supo lo que estaba pensando. Entonces ella, sí sabe lo que esta pasando, ella siempre supo lo que estoy viviendo-, pensé, y mil ideas corrieron por mi mente, un frío me recorrió la espalda, y no pude pronunciar respuesta alguna, pero entonces felizmente prosiguió,
- Por suerte nosotros no somos así, disfrutamos lo que tenemos, mira con que poco somos felices, un día de sol, un mar y solo estar juntos.
El alma me volvió al cuerpo en ese instante, y con ella la tranquilidad, pero alcanzó para que entendiera el mensaje, la vida nos hace eso, siempre nos da mensajes, y casi nunca los escuchamos, ni le hacemos caso, que distinto sería todo si atendiéramos de vez en cuando los mensajes que nos da la vida, por lo pronto, yo lo escuche, y tratare de disfrutar lo que tengo hoy, el mañana, aun no esta escrito, así que quien me dice que no sea mejor.
Como dos chicos bajamos a la playa y jugamos, escribimos nuestros nombres, hicimos corazones en la arena y hasta nos metimos vestidos al agua, las olas parecían entendernos, jugando con nosotros. Cuando la ropa se secó, ya estábamos mirando el atardecer, abrazados en la playa, viendo como se fundía el sol en un horizonte rojizo. Decidimos volver, y nuevamente los viejos robles de la avenida nos vieron caminar de la mano.
Después de cenar nos sentamos en el patio, bajo un cielo despejado y cubierto de estrellas, me quedé extasiado mirándolas, y así nos quedamos los dos en silencio, muy juntos.
De pronto algo extraño me corrió por el cuerpo, y comencé a sentirme cansado, ella lo noto pero le asegure que no era nada, que estaba perfectamente, aunque yo sabía que no era así. Pareció convencerla mi respuesta y me pidió que buscara su estrella, observe el cielo, pero no podía recordar, no recordaba cual era su estrella, y empecé a ver que tampoco ya estaban en mi memoria el lugar, ni el vecindario, quería, intentaba pero era inútil, se estaban yendo, y no podía hacer nada. Con dolor mire nuevamente las estrellas y de pronto una lanzo un lento destello y me arriesgué,
- Allá, ahí está, esa es la tuya, dije confiado y expectante a la vez.
- Es hermosa Sirio, verdad, cuando era chica siempre decía que era Ankhesenamon, la esposa de Tutankamon, y que cuando muriera, mi espíritu junto con el de mi amado esposo descansarían en esa estrella, en Sirio.
Mi mente seguía turbada por lo que estaba sintiendo, y solo le respondí con una sonrisa, notó que no me encontraba bien y me toco el rostro y me dijo que estaba haciendo un poco de frió, me sugirió entrar pero no quise, y opto por traerme un abrigo.
Casi sin darme cuenta, con la mirada perdida en la inmensidad de aquel universo repleto estrellas, comencé a hablarle a Dios,
-Dios, por favor no, no permitas que termine, mi vida sería una agonía si esto se acaba, nada tendrá sentido si ella no está, permíteme seguir aunque sea un poco mas, por primera vez he sido feliz, ten piedad, por favor no me la quites ahora.
Y unas lágrimas corrieron por mi rostro, lágrimas que tuve que esconder, para que ella no las viera al volver.
Trataba de recorrer mi memoria en busca inútil de datos que ya no estaban, queriendo volver atrás el tiempo.
Una sensación de angustia me comenzó a invadir, y cuando ella regresó le pedí que me abrazara tan fuerte como pudiera, que me prometiera que siempre me iba seguir amando, y le dije que pase lo que pase, siempre la amaría. Lógicamente ella no entendía que sucedía, y me pidió que nos fuéramos a dormir, mejor, que era tarde y hacia frío.
Yo no quería, deseaba verla, observarla, adorarla y detener el tiempo en ese instante.
Sentía miedo, lo que mas amaba en la vida estaba por esfumarse, y no sabia si alguna vez la volvería a ver, las imágenes de todo el día pasaban por mi mente como una película en cámara lenta.
Nos acostamos, conversamos y volvimos a reírnos, lentamente el sueño nos fue venciendo y solo recuerdo que un ruido me despertó, la quise abrazar y . . . , ya no estaba., miré a mi alrededor y nuevamente era mi habitación. Me senté y observé, pero nada de ella estaba, por un momento me quedé pensando, y recordando. La añoranza y la alegria se mezclaban, trataba de recobrar todos los detalles, de atraparlos y guardarlos en mi. Y aun sentado en la cama, de pronto entendí, todo había sido un sueño, sin duda el mas hermoso sueño que pudiera existir, solo un paseo por el mundo de los deseos, pero un sueño al fin. Con la mirada perdida, me volvi a recostar, y al apoyar la cabeza, una sonrisa se dibujo en mi rostro, pues aquel aroma, ese tan especial que supe que reconoceria entre miles, estaba ahí, en la almohada. Y desde ese dia, cada noche miro a la estrella Sirio y la espero, tal vez algun dia regrese para quedarse.
Debemos creer en los sueños, si queremos que estos se hagan realidad, yo se que un dia, volveremos a estar juntos, y ese dia será para siempre.
FIN
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