Título: Espanto en el baúl (Página 2)

Tipo: Cuento - Género: Terror - Fue Leído: 201801 veces - Puntaje: 2.27025 puntos2.27025 puntos2.27025 puntos2.27025 puntos2.27025 puntos

Autor: Leandro G. - Pais: Argentina - Ciudad: Santa Fe



Miré el auto desde todos los ángulos, no parecía haber nada anormal, hasta que noté que del baúl un hilo de sangre se desprendió. En voz alta me dije "¿Todavía quedó sangre de lo que atropellé?" Era imposible, pues la colisión había sido de frente. Vi algo que se movió dentro del auto, y no tuve dudas, alguien estaba allí. Abrí el baúl para buscar un hacha que siempre llevaba, pero no se encontraba.

Mantuve los ojos abiertos y dirigidos al coche; nuevamente vi un movimiento en el interior e instantáneamente el corazón comenzó a latirme fuertemente. Tomé un palo del suelo para pegarle a lo que haya dentro del vehículo y sin esperar, abrí la puerta trasera, pero alguien saltó sobre mí, tirándome al suelo. Lo pateé y logré verlo. Tenía el rostro horriblemente desfigurado, pero lo que más me aterró fue que en sus manos sostenía el hacha que me faltaba.

Conseguí desprenderme de él y corrí hacia el campo desierto. Llegué al alambrado, pero la desesperación hizo que me quedara enganchado entre sus púas. Intentaba liberarme, mientras miraba cómo el maniático se acercaba con el hacha en sus manos. Finalmente me libré, y corriendo de un lado hacia otro, esquivándolo, llegué hasta el auto. Saqué de la caja de herramientas que allí tenía, un martillo grande y me dirigí hacia el sujeto.

Me encontraba frente a frente con el maniático. Él con su hacha y yo con mi martillo. Estábamos solos los dos, sin nadie a nuestro alrededor. De un salto trató de llegar a mí, pero le arrojé el martillo sobre su cabeza y el golpe lo desplomó. Estaba inmóvil y creí que lo había desmayado.

Me acerqué lentamente. Tenía una gran marca amoratada en su frente. Parecía un hombre de unos cuarenta años y estaba desfigurado, pero no era por el choque. Salté cuando vi que sus ojos se abrieron, pero parecía que no podía moverse demasiado. Me quedé observándolo un rato, esperaba que muriera.

Recordé que tenía un recipiente con nafta en el baúl y entonces fui a buscarlo, pero cuando regresé, el sujeto ya no estaba tirado. Giré y miraba hacia todas partes; parecía que se había perdido o que se lo había tragado la tierra, hasta que al fin lo vi bajo el auto, y todavía sostenía el hacha en su mano.

Sentía el agudo silbido del viento, el cual parecía que aconsejaba deshacerme del tipo. Entonces me agaché y tomé el hacha sin mayor resistencia, pues él ya había muerto. Arrastré el cuerpo hacia la zanja y lo rocié con nafta. Encendí un fósforo y se lo arrojé. Me quedé mirando cómo el cuerpo ardía y cada parte se chamuscaba. Era tan intenso el calor, que las hojas húmedas por la lluvia igualmente se encendían. Trataba de tranquilizarme, pero sabía que a esta hora de la noche cualquiera podía ver este gran fuego desde lejos.

El cuerpo se calcinó y, con ayuda de algunas ramas, logré hundirlo en un gran charco de lodo que había unos metros más adelante. Regresé al coche y después de dos intentos, encendió.

Continué mi camino. Estaba totalmente agotado y llegué a una gasolinera. Llené el tanque, pues quedaban muchos kilómetros por recorrer todavía.

Transcurrió el tiempo, ya era de mañana, y llegué a un cruce, donde los agentes de Recursos Naturales estaban haciendo un control, pues en esa época, estaba prohibida la caza de algunos animales. Como pocos venían por ese camino, estuvieron un rato largo observando el vehículo, incluso revisaron el baúl y dialogaron entre ellos, mientras yo leía un catálogo que me habían entregado. Finalmente, después de diez minutos uno de ellos me dijo:

- ¿Estuvo cazando?

- No, ¿porqué lo dice?

- Es que veo manchas de sangre en su vehículo.

- Ahh... Sucede que en la tormenta atropellé algún pequeño animal, pero no le hizo daño al auto.

Pasaron segundos, el agente me miró fijamente a los ojos y yo a él. Finalmente me dijo con frialdad:

- Queda usted detenido.

Al sentir esas palabras el cuerpo se me heló, y sólo me preguntaba para mí ¿qué sucedía?. Y en unos segundos, más palabras me destruyeron por completo:

- Hallamos un cuerpo carbonizado en su baúl.

FIN

ACLARACIÓN: Para los que comentan, el cuento termina así... queda en misterio lo que pasó. Así terminan muchos cuentos de Stephen King, Allan Poe, incluso algunos de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, muchos capítulos de la serie X-files... Este es el caso de un cuento con final abierto.

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